Un viento omnipresente es un absurdo matemático. Igual que no se puede peinar una esfera peluda con todo el pelo alisado, sin formar ningún remolino, en todo instante ha de haber en la Tierra al menos un lugar donde el viento esté en calma.Así lo exige el Teorema del punto fijo, que no solo limita el poder de Dios sino el del propio Caos (que habita entre nosotros con el nombre de Azar). Donde el orden parece totalmente abolido y la casualidad reina absoluta, la matemática encuentra un ojo del huracán, un punto fijo.
miércoles, 17 de marzo de 2010
Los jardines cifrados
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