martes, 27 de noviembre de 2018

Canción de Navidad

Pues dejándome impregnar por los tiempos que llegan, el espíritu navideño, los mantecados, las hojaldrinas, el turrón, y los 5 kilos de más, me he leído esta fantástica historia de Charles Dickens. Es todo un clásico que se lee bastante rapidito y en el que, como ya sabemos de qué va, resulta todo bastante previsible. Pero eso no le quita en absoluto valor e interés a la novela. Puedo decir que me ha gustado muchísimo, y que la recomiendo fervientemente. No es necesario en este caso que haga una sinopsis porque de sobra todos sabemos de qué va. Estaría bien que cosas así pudieran suceder, y pudiéramos tener la suerte de que nos visitaran seres de otra esfera para hacernos saber que estamos malgastando nuestro tiempo y, con él, nuestra vida. Lástima que los únicos de los que escuchamos este tipo de juicios somos nosotros mismos y nuestros seres queridos y, por desgracia, parece ese no ser un criterio suficiente como para tenerlo por válido y actuar en consecuencia...
Yo le doy un 9. Regálalo en estas fechas y, 
¡Feliz Navidad a todos mis seguidores!

Los besos en el pan

Otra lectura que me he apuntado a mi mes de Noviembre, y es que se ve que me he planteado en serio esta vuelta a mi afición a una tarea tan enriquecedora como es la lectura, y tan motivadora como es el apuntar los libros en mi blog. En este caso el libro que me toca comentar es este que aquí veis de Almudena Grandes. Creo que va de distintas historias que se mezclan, o no, o que son inconexas entre sí, o no... Y es que, la verdad, no me he enterado de mucho. De hecho, pensaba que la novela estaba ambientada en el catapún chimpún, y cuál no será mi sorpresa, al descubrir por allá por los 3/4 de libro, que se mandan mensajes de móvil y hacen uso de todo tipo de avances tecnológicos. En fin, estaría bien poder contrastar las imágenes que en mi mente deja este libro, con las que pretendía transmitirme la escritora. Yo creo que me pegaría un sartenazo. Pero bueno, son las secuelas que tiene el ser como yo soy, y que caiga en mis manos un libro que deje escapar mi atención por cada uno de los mil resquicios que he encontrado para evadirme y no centrar mi atención. 
No obstante, me alegro de tener otro libro más en mi colección de lecturas ejercidas, jejeje, y, como casi siempre, os dejo un fragmento que, por algún u otro motivo, me apetece compartir: 
"No se atreve a contárselo porque tiene miedo de que interprete mal sus palabras, pero a partir de ahora, vivirá muchas mañanas de verano, muchas tardes de invierno semejantes, y siempre, antes de abrir la boca, cerrará los ojos, se concentrará en un aroma deliciosamente dulce, sonreirá sin darse cuenta, y se convencerá cada vez más de que su novia, el amor y hasta la felicidad saben a lo mismo. 
Ni más ni menos que a chocolate con picatostes." 

viernes, 16 de noviembre de 2018

Las chicas de alambre


Este libro de Jordi Sierra i Fabra es otro de los que me he leído en el puente y los días siguientes, ya que no me dio tiempo a leer tantísimo, porque tenía que lidiar con los perritos molones y guapetones.
Esta novela está destinada 100% a gente como yo: adolescentes en riesgo de caer en manos de la anorexia. Trata sobre un periodista que quiere investigar qué sucedió con una top model que vio como sus amigas y compañeras morían víctimas de la anorexia, la bulimia y el mundo de las drogas, problemas que he visto que están muy relacionados con el mundo de la moda.
La novela es algo flojilla. Con ella he aprendido pocas palabras, ya que está escrito de manera simple y con palabras sencillas. Como anecdótico, decir que he aprendido a decir bien una palabra que yo decía mal: guarnecido. Mejor no explico cómo yo pensaba que era porque me da vergüencita dejar aquí mis miserias por escrito y que se eternice con el paso de los años.
Supongo que le pongo al libro un 6 o algo así porque, a fin de cuentas, es ameno y de lectura sencilla, y supongo que, en ese caso, cumplió de lleno con mis expectativas.
Dejo un extracto del libro, que me ha dado un coraje que me muero porque, precisamente yo, soy de esas personas que se mandan postales a sí mismas. Pero yo lo hago desde la ilusión y la alegría, y feliz por el hecho de que me haga feliz algo tan sencillo como mandarme una postal. Me gusta lo tradicional, y cada vez tengo más recelo de lo frío de las nuevas tecnologías, pese a que entiendo y comparto lo útil y cómodas que resultan. Y, por lo tanto, yo abogo por la amalgama perfecta que resultaría del uso de lo útil de lo moderno, y de lo bello y emotivo de lo tradicional. Así pues concluyo diciendo que sí, que mandarse postales es útil para evitar que se extingan, y que es bonito acordarse de una misma estando por ahí fuera, mandarse la mejor foto posible del panorama que se visita, y que me parece un juego entretenido ver cuánto tiempo después que yo llega mi postal. Y además, en cierta forma, me vuelve a hace revivir aquel ambiente y las sensaciones de aquel momento.
Así pues, aclarado todo esto y lo positivo que resulta quererse y mandarse postales, copio esto, que me ha parecido de un cateto supino y de unas miras muy tristes y pobres para un escritor:
“Ella se mandaba postales a sí misma.
No sé si me pareció más curioso que triste, o más triste que demoledor. ¿Por qué se escribía a sí misma? Se me ocurrían dos únicas razones: que coleccionara postales y de esta forma le llegaban después de su estancia en aquellos lugares, usadas y a través del correo, o… que nadie le enviara nunca una y a ella le gustara recibirlas como a cualquier mortal.
Solo que, si era eso último, el hecho denotaba una soledad absoluta.”

Bajo la misma estrella


Hola de nuevo a tod@s. Tras un tiempo sin publicar ninguna lectura, debido por supuesto a que no he leído ningún libro, por fin he encontrado el tiempo necesario para reengancharme a este hobby que tanto disfruto, y que tan fácilmente abandono, como es la lectura.
El tiempo perfecto ha sido el puente de noviembre. Aprovechando que mi hermana Mari se fue de puente a Valencia, y me dejó como encantadora de perros al cargo de la increíble patrulla canina, me saqué de la biblioteca del instituto 3 novelas juveniles, de esas que me gustan a mí, y decidí que pasaría unos maravillosos días rodeada de mis perritos, de mi chimenea, de mi lectura, y de todas las maravillas que un refugio como Villa Trabuco y un tiempo tan húmedo e inestable como el que hizo esos días me ofrecían.
La primera novela que acabé de leer (porque me leo las tres a la vez, y es que yo soy así de intensa) ha sido esta que aquí os presento. La temática versa sobre unos niños que tienen un cáncer terminal. Tengo que decir que lo cogí a ciegas y cuando vi lo que había caído en mis manos, y miré la alegría del entorno que me rodeaba, pensé que había tenido muy mala suerte. Pero poco a poco me dejé seducir por sus páginas y la literatura que de allí se desprendía, y la historia que encerraba, y tengo que decir que me ha gustado mucho. Por supuesto, el libro es triste, y me puso triste en algunos momentos. Pero trata un tema tan delicado con mucho rigor y la mayor sensibilidad, y finalmente el balance es positivo y me he alegrado de que el destino pusiera este libro en mi camino. Me gusta mucho la personalidad de ambos protagonistas (ella y él) que, por supuesto, se enamorar y viven una historia de amor hasta el final de sus días (pocos días tuvieron). Viven sin perjuicios y sin límites, que es una buena enseñanza que todos deberíamos de aprender y no esperar a correr su mala suerte para enfocar la vida hacia ese camino. Ambos son despiertos e inquietos, atrevidos y con un humor inteligente. Atractivos a fin de cuentas, para ellos mismos, y para mí. Así que sí que lo recomiendo. Y le pondré, de nota, un 8.
Y como siempre, dejo un extracto de este libro de John Green que, por h o por b, me ha marcado y me apetece compartir:
“¿Qué más? Es preciosa. No te cansas de mirarla. No tienes que preocuparte de si es más inteligente que tú, porque sabes que lo es. Es divertida sin pretenderlo siquiera. La quiero. Tengo la inmensa suerte de quererla, Van Houten. No puedes elegir si van a hacerte daño en este mundo, pero sí eliges quién te lo hace. Me gustan mis elecciones. Y espero que a ella le gusten las suyas.