lunes, 7 de junio de 2010

Yo digo amor, tú dices sexo

Tenía la impresión de que el pueblo pertenecía a una tarjeta postal, de que nada era real en el escenario en el que me estaba moviendo. Me costaba caminar. Y ver. Y oír. Y respirar. Como si todos estos actos hubieran dejado de ser algo automático, como si mi cerebro se hubiera oxidado y le costara un trabajo agotador dar las órdenes pertinentes....
Desde entonces, no nos volvimos a separar, siempre juntos a todas partes. Cualquier plan con él era algo especial, ya fuera ir al cine, leer un libro juntos o contemplar una puesta de sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario